Juana Manuela Gorriti leída por Ricardo Rojas

Por Juan José Mendoza

Urcina Ponce

Juana Manuela Gorriti (Horcones, ca. 1819 - Buenos Aires, 1892) es para Rojas “el más raro temperamento de mujer que haya aparecido en nuestras letras”. Había crecido en Sucre, fruto del exilio de la familia durante las guerras civiles del país. Tras divorciarse de su esposo, Manuel Isidoro Belzu –quien sería presidente de Bolivia entre 1848 y 1855–, Manuela Gorriti se desplaza hasta Perú. En Lima se dedica a las letras y la enseñanza, donde mantiene una escuela y un salón. Allí conoce a Ricardo Palma y siembra los rumores que más tarde le darían su fama intelectual. En Lima vive el ataque de la armada española a la costa del Callao y, años más tarde, la Guerra del Pacífico, la invasión chilena, el combate del Morro de Arica. Estos dramáticos capítulos de la historia americana, la devuelven ya anciana a su país. En Buenos Aires, alcanza a ver el advenimiento del cosmopolitismo, la modernidad. Para Rojas, ella era “el vivo ejemplo de nueva mujer argentina”. En la última década de su vida se publican la mayoría de sus libros: “La vida de la Gorriti ha sido contada por ella misma en sus obras, en cuya forma confidencial y narrativa predomina la materia autobiográfica. Ha escrito cuentos, leyendas, novelas breves, ficciones en prosa, pero aun dejando de lado esta parte de su labor (no obstante el valor biográfico que también le atribuyo), siempre nos quedarán como principales fuentes de información sobre la autora, sus libros intitulados El mundo de los recuerdos, La tierra natal, Panoramas de la vida, Lo íntimo y Misceláneas.” (555).

Juana Manuela 1948
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Rojas la ve “dotada de una sensibilidad mediúmnica”, y la asocia a Santa Teresa, a María Basckircheff: “...escribió una Cocina ecléctica, con la misma pluma que trazara relatos espeluznantes como Gubi Amaya, El guante negro y El lucero del manantial, incluidos en el libro que se titula Sueños y realidades, editado en 1907 por la Biblioteca de La Nación. En las biografías de Güemes y Puch, que también escribiera, nos transporta a la época heróica de sus padres salteños, y en La tierra natal o en El mundo de los recuerdos, a la visión de su infancia provinciana. Su libro Panoramas de la vida es una serie de cuentos fantásticos, relatos históricos y episodios de color local, estremecidos de romanticismo, según el temperamento melodramático de la mujer rara que, según me dicen, danzaba misteriosos ritos a la luz de la luna en su jardín limeño” (555). Extraño en el autor de Eurindia y de quien hizo de la unión entre lo telúrico y lo europeo un proyecto, esta subestimación de los rituales ancestrales andinos con los que Juana Gorriti al parecer comulgaba. 

Rojas lee la historia de la literatura femenina del siglo XIX asociada a tres tipos de figuras importadas. Agrupa a las escritoras en religiosas, a la manera de Santa Teresa o Sor Juana; en mundanas, a la manera de Madame de Sévigné o Madame de Staël; y en profesionales ó modernas, a la manera de las inglesas o las norteamericanas, al estilo de Emily Brontë o Emily Dickinson.

Modelos de Representación de la Historia de la Literatura Europea aparecen aplicados a la forma de comprensión de la Historia de la Literatura Argentina de Ricardo Rojas. Religiosas, mundanas y profesionales marcan formas de la organización de las escritoras en la Historia de Rojas.

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Entre las primeras, encuentra Rojas en la beata Antula un único ejemplo. Entre las segundas, sobresale Misia Mariquita. Las profesionales, aparecen en la Argentina bajo el influjo modernizador y educacional de Sarmiento. Y se desarrolla con la creación de varias carreras universitarias y la participación femenina en las revistas y los periódicos.

Pero para Rojas es la unión de las tres fuerzas la que ha templado el espíritu de un tipo de literatura femenina ausente en el país, pero representado en Francia por George Sand, en Italia por Ada Negri, en Rusia por María Baskircheff. El Diario de Baskircheff era, para Rojas, uno de los más hermosos libros de la literatura moderna: “como revelación del eterno misterio femenino”, sus páginas nos muestran “una musa gemela de la que dictó a Santa Teresa la revelación de sus Moradas.” (556).

Para Rojas nada hay en las autoras argentinas que pueda evocar aquellas alturas supremas de la literatura. Aquí, el razonamiento de Rojas parece ser elocuente: el desarrollo de la literatura, es resultado del desarrollo de las naciones y del cultivo arduo de las tradiciones. Contra estas tradiciones fuertes, los salones literarios del siglo XIX son pequeñas islas de modernidad en un panorama al parecer indómito y agreste, con poco espacio para el cultivo de las sensibilidades exquisitas. No se parece Juana Gorriti a Eloísa ni a Mariana Alcofuado. ¿A qué atribuir este repentino gusto de Rojas por la literatura femenina religiosa? ¿A un pudor moral tal vez? 

Pese a todo, Rojas ve en Juana Manuela Gorriti el valor de la singularidad y de pasajes “de a ratos fantásticos”, fragmentos que sólo un “temperamento raro” produce. Pese a encontrarla dueña de una imaginación literaria errática –como acaso su propia vida lo muestra–, Rojas encuentra en El pozo del Yocci el zócalo fuerte sobre el que, una futura literatura femenina, podrá edificarse. Para Rojas, Juan Manuela Gorriti es LA precursora de la futura novela moderna en la Argentina.

Bibliografía:

Rojas, R. (1922). “Capítulo XVII. Las mujeres escritoras”, en Historia de la literatura argentina, t. 4. Buenos Aires: Librería La Facultad, 538-556.