Eduarda Mansilla (1834-1892). Ricardo Rojas la imagina naciendo en 1838. Durante mucho tiempo, esa fecha se tomó por verdadera. Pero lo cierto es que para 1838 Eduarda ya tenía cuatro años de edad. María Rosa Lojo se interroga sobre el posible motivo de esta creencia: ¿habrá sido la propia Eduarda quien se quitó unos años para sentirse más ligera? (2007: 97). Un óleo de Fernando García del Molino la retrata como niña en 1838. Eduarda fue la segunda hija del matrimonio de Agustina Ortiz de Rozas –hermana menor de Juan Manuel de Rosas– y el general Lucio Norberto Mansilla –jefe del ejército rosista que luchó con los franceses en la Vuelta de Obligado–. Suele decirse que su nombre ha quedado eclipsado por el de otros miembros de su familia, especialmente por el de su hermano Lucio Victorio, a quien Ricardo Rojas dedica un apartado en el capítulo número XVI del volumen Los modernos de su Historia de la literatura argentina (“Los prosistas fragmentarios”). En este capítulo, Rojas no hace ninguna mención a Eduarda, pero cuando se refiera a ella en el capítulo siguiente (“Las mujeres escritoras”), dirá que muchos elementos biográficos podrían tomarse de allí, sobre todo en relación con el hogar y la infancia. Una infancia privilegiada por cierto, en tanto los hermanos Mansilla pertenecían a la clase alta de Buenos Aires. A Eduarda, Rojas la leerá en este capítulo como escritora en sentido moderno, junto a otras novelistas de ese período –como Josefina Pelliza, Juana Manuela Gorriti, Rosa Guerra y Juana Manso– entre las que establecerá un sistema de comparaciones (“[Josefina Pelliza] como novelista, fue indiscutiblemente inferior a la Gorriti y a la Mansilla” (1922: 483)). También destacará la especial atención que las revistas de mayor circulación de la época, como el Correo del Domingo, dedicaron a las colaboraciones femeninas y, en especial, a la producción novelística de Eduarda.
“A los 19 años de edad comenzó a escribir ficciones en prosa” –destaca Rojas en su Historia, y señala que su talento no era sólo literario sino también musical, multifacético: “estudió, viajó, aprendió idiomas; colaboró en periódicos del país y del extranjero; dio a luz varios cuentos y novelas que lograron gran éxito en su patria y que fueron luego traducidos al francés, al alemán y al inglés” (487). Eduarda acompañó a su marido, Manuel García Aguirre, en sus funciones diplomáticas. Vivió en Estados Unidos en 1860 y entre 1868 y 1872, y –tal como puede constatarse en sus Recuerdos de viaje (Buenos Aires, 1882, Imprenta y Casa Editora “Juan A. Alsina”)– fue una atenta observadora de las costumbres extranjeras, sobre todo de la libertad de movimiento que gozaban algunas mujeres en comparación con los modos de vida de sus compatriotas criollas (Lojo, 2007: 15). Sus permanentes desplazamientos –residió en París, Bretaña, Florencia, Viena– le concedieron una visión cosmopolita, que influyó en su actividad literaria, siempre marcada por la mediación entre culturas. El ejemplo más claro es la publicación de Pablo ou la vie dans les Pampas (París, 1869, E. Lachaud), escrita originalmente en francés y en la que la autora se embarca en un complejo proceso de traducción cultural de la Argentina a los lectores franceses: “¿A dónde vas? A la querencia. Ay, ni en lengua francesa, ni en ninguna otra, que yo conozca al menos, la palabra querencia tiene un exacto sinónimo. Literalmente traducida, querencia quiere decir el lugar querido, es decir, el hogar, el home de los ingleses, pero los gauchos no emplean esta palabra sino hablando de los animales. Es quizás porque el ser errante por naturaleza y por fuerza, el habitante de las pampas, el gaucho nómade destinado a vivir ya en un lugar, ya en otro, no puede tener querencia fija” (Mansilla, 2007: 101).
En 1870, Pablo o la vida en las pampas será publicada en traducción de su hermano Lucio en el diario La Tribuna, a modo de folletín en veinte entregas. Se trata de una novela de alta carga ensayística, en la que se cuestiona cualquier visión maniquea de las antinomias ciudad/campo, civilización/barbarie. Esta novela recibió un elogio de Victor Hugo, y el breve intercambio epistolar de la autora con el poeta francés es considerado por Carlos Alvarado-Larroucau como el inicio de la “literatura francófona de Argentina” (2014: 1).
También en La Tribuna, Eduarda publicó en 1860 su primera novela: El médico de San Luis (Buenos Aires, 1860, Imprenta de la Paz). Allí la autora introduce, incluso antes que su hermano Lucio, la temática del indio y de la posibilidad de otras formas de vida en las tolderías. Del mismo modo abordará tempranamente la cuestión del mestizaje fundador en Lucía Miranda (Buenos Aires, 1860, Imprenta y Casa Editora “Juan A. Alsina”). Estas dos obras serán publicadas bajo el seudónimo de “Daniel”, al igual que varios de sus primeros artículos periodísticos. En ellas, comparte con su hermano Lucio una mirada reivindicadora de ciertos sectores subordinados, a la que Eduarda suma una perspectiva crítica respecto de las mujeres y su situación desfavorable en la sociedad. Esa será una preocupación a lo largo de toda su vida, sobre todo en relación con su propia carrera literaria. Al respecto, destaca Sarmiento en un artículo de El Nacional de 1885: “Eduarda ha pugnado diez años por abrirse las puertas cerradas a la mujer, para entrar como cualquier cronista o repórter en el cielo reservado a los escogidos machos hasta que al fin ha obtenido un boleto de entrada, a su riesgo y peligro...” (ctd. en Sosa de Newton, 1995: 83). En este sentido, Francisca Noguerol afirma que la autora luchó en sus publicaciones más tardías por la colocación de su propia firma y por la traducción de sus obras a las principales lenguas de la cultura (2011).
Actualmente tenemos acceso a varias de sus producciones: numerosos artículos periodísticos escritos en revistas como El Alba, La Flor del Aire, La Gaceta Musical, El Plata Ilustrado, El Nacional, entre otras, no todas exclusivamente femeninas. Sus Cuentos (Buenos Aires, 1880, Imprenta de la República) inauguraron la literatura para niños en el Río de la Plata, en un movimiento audaz según la lectura de Lily Sosa de Newton: en tanto la demanda de este tipo de literatura en esa época se limitaba a traducciones al español de obras tradicionales. También fue autora de obras de teatro como La Marquesa de Altamira (Imprenta de la Universidad) –editada y representada en Buenos Aires en 1881– y Similia Similibus, Ajenas Culpas y Los Carpani –todas de 1883; las dos últimas, referidas en distintos diarios, pero sin menciones a su edición–. También cuenta entre su producción otro volumen de cuentos: Creaciones (Buenos Aires, 1883, Imprenta y Casa Editora “Juan A. Alsina”). El volumen es considerado un antecedente cabal de la literatura fantástica argentina. Al respecto, y siguiendo a María Minellono, Jimena Néspolo afirma que Eduarda es una precursora no reconocida por quienes cultivaron el género fantástico alrededor de 1940. Su obra evidencia un amplio conocimiento del gótico y sus diferentes cultores nacionales y extranjeros (2015: 21). Su novela breve Un amor (Buenos Aires, 1885, Imprenta de El Diario) y toda la serie de obras musicales que aparecen en 1882 –Cantares, para canto y piano, sobre poemas de Adolfo Mitre; la romanza Octobre, con letra de François Coppée; la balada Brunette; la “canción sudamericana” Yo no sé si te quiero, y el bolero Se alquila (Lojo 2007: 18)–, dan cuenta del carácter prolífico de una autora única.
Al final de su vida, Eduarda expresó la voluntad de que su obra no volviera a publicarse. Sin embargo, en los últimos años, una serie de ediciones y reediciones críticas han retomado su escritura y han dado a conocer una gran parte de materiales que permanecían inéditos –a excepción, por supuesto, de las producciones que, según señala su hijo Daniel, se perdieron en alguno de sus viajes como consecuencia del extravío de un baúl inglés (García-Mansilla 1950: 300).
[por Fernanda Mugica]
Bibliografía:
Alvarado-Larroucau, C. (2014). "Eduarda Mansilla y Victor Hugo: un breve intercambio epistolar marcando los inicios de la literatura francófona de Argentina". En Çédille Nº10, San Cristobal de la Laguna, Santa Cruz de Tenerife, España, 21-33.
García-Mansilla, D. (1950). Visto, oído y recordado: apuntes de un diplomático argentino. Buenos Aires: Kraft.
Lojo, M. R. (2007a). “Introducción”. En Lucía Miranda. Madrid: Iberoamericana.
Lojo, M. R. (2007b). “Eduarda Mansilla: la traducción rebelde”. En Feminaria, n.º 30-31, 24-32.
Mansilla, E. [1870] (2007). Pablo o la vida en las pampas. Traducción de Lucio V. Mansilla. Estudio preliminar de María Gabriela Mizraje. Buenos Aires: Colección Los Raros, Biblioteca Nacional.
Néspolo, J. (2015) “Las ficciones precursoras de Eduarda Mansilla”. En Creaciones. Buenos Aires: Corregidor.
Noguerol, F. (2011). “Sujeto nacional y escritura en la obra de Eduarda Mansilla: «Una mujer de fin de siglo»”. Disponible en: http://hdl.handle.net/10366/137218
Rojas, R. [1922] (1948). “Los prosistas fragmentarios” y “Las mujeres escritoras”. En Historia de la literatura argentina. Ensayo filosófico sobre la evolución de la cultura en el Plata. Cuarta parte: Los Modernos. Buenos Aires: Editorial Losada.
Sosa de Newton, L. (1995). “Eduarda Mansilla de García: narradora, periodista, música y primera autora de literatura infantil”. En Fletcher, L. (Comp.), Mujeres y cultura en la Argentina del Siglo XIX. Buenos Aires: Feminaria.
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